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La misma sombra de aquel árbol marcaba el empedrado. La noche venía entre
los vientos de un jazz y el rumor lejano a mar. Los portales se encendían
uno a uno; se iba insinuando la escena nocturna. La noche traía el silencio, y las
voces ocultas
eran párpados que buscaban. Se vestía el cielo y se reflejaba en los
charcos de la calle. Llenándole los ojos
de nostalgia, aquel día le traía el pasado. La mirada buscaba la
sorpresa que no llegaba. Venía de
otras sombras, de rejas grises, de ventanas oscuras, de paredes
implacables marcadas de desidia. Su deuda era con su historia lejana que
lo
condenaba. Caminaba entre las primeras luces de neón altas y titilantes
confundiendo a la oscuridad. Su paso era cansino solo sentía en su
sangre el abrazo esperado, el roce de la piel que soñada una y otra vez.
Los autos marcados con luces eran
relámpagos para sus ojos hechos de interminables noches. Ciego se
dirigía al rincón de los recuerdos, aunque sabía con claridad que
mientras el tiempo pasa, la verdad huye. Aquel bar olvidado,
que respiraba
aún
el ambiente de otros tiempos, se le presentó como un barco a la deriva,
fantasma sacado de la bruma. La misma entrada, la misma luz esquiva y
parpadeante que anunciaba Cocktail and Dance. Se detuvo como si una mano invisible
venida del otro lado estuviera en su pecho. Latía su corazón y el
reencuentro tenía sabor amargo de años perdidos. Buscó en su gabán
oscuro un cigarro. Lo encendió con placer, quería sentirse envuelto en
un intenso humo. Desde la ventana unos ojos le encontraban. Le pareció
reconocer unas formas perdidas pero vivas en su mente. Nada lo detendría
era volver y ubicarse con su pasado que sabía no existía. El saxo
inundó la noche anunciando la llegada de quienes venían sin buscar,
solo
querían un encuentro. Traspasó aquella puerta, como quien se vuelve y no
encuentra su pasado, y lo invadió un sentimiento que resucitó en su
garganta. Era el aire que necesita, ese vaho, efluvios de whisky y
tabaco. Sus
ojos abrazaron el lugar desde dentro de su alma. El piano en fugaz
intervención parecía mentir el momento. Y
lentamente sintió un par de ojos que nuevamente le buscaban. Se rindió
a la llamada, y tropezó con su torpeza que salió de paseo con él. Años
entre cuatro muros perversos, y con un solo pensamiento de libertad sin
obstáculos. No
era la piel, no era la cabellera, no era aquella mirada, era solo aquel
espectro dibujado sobre otro dibujo de mujer. Y buscó los colores de unas
mejillas,
el calor de unas manos...y sintió por un instante un lejano
estremecimiento.
-Vamos... -le dijo.
Y salieron rumbo al mar, por una calleja que sinuosa demoraría el encuentro.
Prudencio Hernández Jr. (c) 2012
-Vamos... -le dijo.
Y salieron rumbo al mar, por una calleja que sinuosa demoraría el encuentro.
Prudencio Hernández Jr. (c) 2012